Reflexiones para tí.

Una misión integral

Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Mateo 4:23.

El plan de salvación y, por lo tanto, el fin último de la misión cristiana, tienen como objetivo rescatar al hombre de lo que es la causa última de todo el drama y la tragedia de la historia humana: el pecado, la rebelión contra Dios. Por eso, la misión primordial del cristianismo es invitar a los hombres a conocer a su Salvador, Cristo Jesús, quien dio su vida por todos, y aceptar su obra redentora en su vida.

Pero, a su vez, el pecado ha dejado una estela tan grande y profunda de efectos devastadores, que el mundo está signado por la ignorancia, el dolor y el sufrimiento. Y el Dios de compasión infinita no puede menos que sentirse conmovido por los padecimientos de la humanidad, producto del terrible experimento de la rebelión, y tratar de aliviarlos.

A diferencia de otros maestros religiosos o fundadores de grandes religiones, Jesús no se dedicó solamente al pensamiento y a la transmisión de ideas y una filosofía de vida; su obra incluyó el trabajo abnegado por el bienestar temporal y eterno, material y espiritual, de quienes lo rodeaban. “Eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían [Jesús y sus discípulos] tiempo para comer” (Mar. 6:31).

Hoy, los cristianos debemos imitar a Jesús no solo en su carácter sino también en la forma en que cumplía su misión.

La misión que Jesús nos propone es integral: aun cuando sabe que, en última instancia, la gran necesidad de la humanidad es la trascendencia y ser rescatados del poder del pecado mediante su obra redentora, se preocupa por el dolor humano, por aliviar los efectos del pecado hasta donde sea posible; es una obra eminente y esencialmente religiosa, en el sentido estricto de la palabra, aunque también es una obra humanitaria.

Te invito a hacer tuyas las palabras de este bello himno cristiano:
“La carga que soporta la pobre humanidad, con todos mis esfuerzos yo debo aliviar; para salvar las almas, doquier me toque estar, conmigo cuenta tú, Señor” (Himnario adventista, N° 552).

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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