Reflexiones para tí.

Vasos de barro

Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros. 2 Corintios 4:7.

Quienes hemos aceptado a Cristo como nuestro Salvador y hemos decidido ser sus discípulos, aun cuando hemos experimentado su poder transformador en nuestra vida, advertimos, dolorosamente, que no somos perfectos: que tenemos luchas con nuestro carácter, incluso con algunos pecados; que tenemos a veces conflictos de relación con otros; que por momentos nos desanimamos. Intuimos, y aun sabemos, que la eficacia de nuestro testimonio y de nuestros esfuerzos por “pescar” seres humanos para Cristo será directamente proporcional a la fortaleza de nuestro ejemplo, de nuestra conducta. Pero, notamos con tristeza que, a pesar de querer alcanzar las mayores alturas de santidad y consagración a Dios, fallar es parte de nuestra condición humana.

El gran apóstol Pablo, quien fue un gigante de la fe, de la consagración a Dios y de la obra misionera, era consciente de que, a pesar de haber experimentado el poder de Cristo en la transformación de su vida, no dejaba de ser un ser humano, con todo lo que implica esta condición. Por eso, en nuestro texto de reflexión para hoy, él dice que Dios, en su sabiduría infinita, confió el tesoro del evangelio a “vasos de barro”; es decir, seres finitos, falibles, que poseen una naturaleza pecaminosa, y que están sujetos a las luchas y los conflictos de la vida como cualquier otra persona, aun cuando han encontrado el camino de la verdad y el bien, y lo han abrazado y están intentando vivirlo lo mejor que pueden.

No te desanimes por causa de los defectos con los cuales luchas o de las situaciones indeseables en las que te puedas encontrar, y que te provocan conflictos con otros y contigo mismo. Acepta que eres tan solo un ser humano. No necesitas ser perfecto para compartir el amor de Jesús. Solo necesitas ser auténtico, humilde, reconocerte pecador, pero también mostrar a otros la alegría que te ha dado conocer a tu Salvador que te ama y acepta como eres, y que está realizando una obra paulatina de redención del pecado en ti. No eres un producto acabado, sino un pecador en proceso de emancipación del pecado y de transformación a la semejanza de Cristo, proceso que durará toda tu vida, hasta que Jesús regrese a buscarte.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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